miércoles, 16 de mayo de 2012

SOBRE LA BONDAD Y EL ALMA

SOBRE LA BONDAD Y EL ALMA. SILO (Bomarzo)


                                                              Foto: Manuel Hidalgo

 Y sobre la bondad, ¿qué podría decirte de la bondad? Que se experimenta como una  

reconciliación con uno mismo aunque se refiere a los otros. Así como se experimenta el 

odio, lo opuesto a la reconciliacion, a la bondad. El odio te lleva a una tensión tal que exige 

una catarsis, una tensión inaguantable, en donde no soportas al otro, donde quieres hacer 

desaparecer al otro. En la bondad se amplía el otro y en él te reconoces y eso te reconcilia. 

Y ese es un registro unitivo. El otro caso es un registro de disolución, de desintegración. Y 

cuando eso pasa, lo recuerdas como algo desintegrador, como algo malo que te pasó. Y 

cuando sucede lo otro, cuando recuerdas un acto de bondad que has producido, lo traes a 

la memoria y te sirve hoy. Eso es lo que tú necesitas recordar, lo bueno que has hecho, y 

eso es lo que te invita a hacer esas buenas cosas en el futuro. Si hubiera alma, esa alma 

trabajaria con fuerzas, con fuerzas que van produciendo una cierta unidad o fuerzas que se 

contraponen que se oponen entre si. Para que habría de continuar esa alma, para sentir 

siempre ese sufrimiento, esa oposición? Mejor que desaparezca! (risas). Si esa alma 

existiera quisiéramos que esa alma fuera unitiva, que tuviera un centro hacia lo cual todo 

converge y todo se armoniza en ese centro. Quisiéramos que eso sí fuera creciendo. 

Aspiraríamos a una alma en crecimiento y no a una alma estática fija como una fotografía, 

viviendo en una determinada habitación, dentro de un salón. Sería un alma que se amplía.

En el medioevo hablaron del alma del mundo. Un alma más allá de lo individual de lo 

personal, pero que permitía que las cosas funcionaran. En los animales y en la personas, en 

esa época se creía que existía un alma en las personas y en los animales. Era lo que anima-

ba a los anima-les. Era ese principio que le daba movimiento. Y de esa alma entendieron 

que en algún momento se producía un nuevo principio que ya no era simplemente el alma. 

Se parecía más a un soplo, a un espíritu, algo que se sentía adentro en el corazón en los 

pulmones, era algo como respiratorio un pneuma como los neumáticos (risas) que tienen 

aire adentro. Así se sentía en esa época el espíritu, como un principio distinto al alma y ese 

espíritu no estaba existiendo siempre, se creaba, se iba generando por lo que hacías, 

porque tú estabas en este mundo con tu cuerpo y hacías cosas con tu cuerpo, no solo 

subsistías, no solo comías cosas, cumplías con tus necesidades sino que tenías aspiraciones, 

tenías tendencias al futuro a ver qué tipo de cosas ibas a lograr y lo hacías con personas en 

un mundo de personas. Te relacionabas con las personas en un modo unitivo o de un 

modo contradictorio. Y cuando te relacionabas con las personas contradictoriamente 

también creabas contradicción en ti mismo, entonces no podías volar hacia el espíritu, no 

podías construirlo, te faltaba unidad. Y para obtener esta unidad necesitabas de actos de 

bondad. Esto creían los antiguos.

(Silo, Bomarzo, 03.09.05)

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