sábado, 30 de junio de 2012

Un cuento de princesas y príncipes


Hace unos cuantos años existió un lugar en Barcelona donde miles de niño/as fueron criados, alguno/as en edad de lactancia. Pertenecían a familias des-estructuradas y con escasos recursos económicos o simplemente no tenían familia. Niñas y niños con verdaderos dramas familiares y en especial faltos de cariño(e incluso maltrato).


Ese lugar donde fueron a parar fue “el hogar” donde completaron su infancia y parte de la adolescencia, un “hogar” frío y gris donde la ley marcial de la iglesia era el pan nuestro de cada día.
Las esclavas de María eran por lo general una monjas bastantes estrictas y muy dadas a “soltar la mano”. Los hermanos de La Salle eran curas bastante severos en su mayoría. Tanto las unas como los otros sustituían las figuras maternas y paternas con las que crecían la mayoría de niño/as.
Ese internado estaba situado entre la calle Nuestra sra. del Port y el Paseo de la Zona Franca, un recinto que unía las dos calles y con una separación interior que lo convertía en dos colegios: por un lado el de las niñas hasta la adolescencia y niños de menos de 7 años y por el otro el de los niños mayores de 10 años. En los años 1976/77 pasó a ser un colegio público y desapareció su condición de internado junto a “lo/as representantes de la iglesia”.


Había otro lugar situado en Collserola donde residían los niños desde los 7 hasta los 10 años. Es el pulmón de Barcelona, allí hacían la comunión estos niños. En años posteriores se convirtió en un lugar de desintoxicación para adictos a la droga, en la actualidad solo quedan ruinas.
Estos niño/as vivieron unas circunstancias en un momento histórico en España en que la represión en general ahogaba los valores humanos, así experimentaban su nulidad aceptando el castigo y “su culpa” y por otro lado siendo muy agradecidos ante cualquier muestra de cariño por pequeña que ésta fuese (es de entender que alguno/as guarden buenos recuerdos de “tutores” que les trataron algo mejor).
En los años posteriores al internado, poco/as de esto/as niño/as experimentaron una “vida normal”. La droga y la cárcel fue el destino de alguno/as, y en muchos otros casos la falta de integración social fue marcando su futuro inclusive hasta la actualidad en la que rondan y superan los 50 años de edad.
El relato de cualquier vida de uno de esto/as niño/as pone los pelos de punta y cuando menos, crea indignación.
Después de 30 años, alguno/as de ellos volvieron a reencontrarse por medio de internet y se llevó a cabo una quedada en la cual las emocio-
nes ocuparon los corazones. Se creó una página en Facebook donde vario/s contaron sus experiencias, se subieron fotos de entonces y recordaron todo lo vivido en aquellos “hogares”. Era la experiencia de hermano/as que volvían a verse (aunque no todo/as lo experimentaron igual) y coincidían en algo básico: la importancia del cariño y el respeto a lo/as niño/as.
Poco duró la unión entre esto/as hermano/as, en apenas dos meses se creó un conflicto que acabó desuniendo al grupo.
Actualmente siguen en contacto, no en un grupo que abarque a todo/as pero cada cual a su manera y con quienes prefieren, lo cual ya es positivo y deja claro que estas personas no se van a relacionar por hacer un papel ante nadie sino que, donde estén sabes que estány los papeles los dejan para los actores, lo cual es de agradecer para cualquiera que se precie y prefiera la calidad a la cantidad. Solo los patitos feos se convierten en bellos cisnes al igual que las experiencias de estas personas las han convertido en verdadero/as princesas y príncipes.


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